Ejercicios de Ecología (4º de la ESO y 1º Bachillerato, 3ª evaluación)
I.-
Teniendo
en cuenta las explicaciones de los símbolos que aparecen en la primera figura,
la figura 2 representa un eco sistema terrestre donde aparecen los siguientes
elementos:
-
Agua
-
Consumidores terciarios
-
Luz del Sol
-
Bacterias y hongos
descomponedores
-
Consumidores primarios
-
Almacenamiento en el suelo de
agua, nitrógeno y fósforo
-
Consumidores secundarios
A.-
Establece cuál es el correspondiente a las imágenes
1:
___________________________________________________________________________
2:
_________________________________________________________________________
3:
__________________________________________________________________________
4: __________________________________________________________________________
5:
___________________________________________________________________________
6:
_________________________________________________________________________
7: __________________________________________________________________________
B.- Señala en donde se colocarían los siguientes elementos
a.- Conejo _4_ l.- Bacterias
descomponedoras ___
b.- Hongos ___ m.- Caracol ___
c.- Saltamontes ___ n.- Lombriz ___
d.- Zorro ___ o.-
Setas ___
e.- Mariposa ___ p.- Alfalfa ___
g.- Golondrina ___ q.- Erizo ___
h.- Ratón ___ r.- Roble ___
i.- Nitrógeno del suelo ___ s.- Fósforo del suelo ___
j.- Pulga del zorro ___ t.- Lobo ___
k.- Planta de trébol ___ u.- Paloma ___
II.-
A.- Señala el consumo (tomando como referencia el consumo
de una bombilla de cien vatios y la información del artículo que sigue) del
hombre en las siguientes etapas
1.- Hombre prehistórico Cazador recolector antes del
descubrimiento del fuego:
2.- Hombre
prehistórico Cazador recolector después del descubrimiento del fuego:
3.- Hombre agricultor neolítico:
4.- Hombre en época romana:
5.- Hombre en época medieval:
6.- Hombre en Alemania en el siglo XIX
7.- Hombre en la actualidad (datos medios de la población
del Planeta)
8.- Hombre en la actualidad en Estados Unidos:
9.- Hombre en Europa en la actualidad:
10.- Si toda la humanidad consumiera como los habitantes
de Estados Unidos, ¿Cuánto tendría que aumentar el consumo (y producción) de
energía en el Planeta?
El hombre son 100 vatios
Volviendo
a lo que es desarrollo, lo que es ecológico y lo que es sostenible, desde un
punto de vista puramente físico y termodinámico, el ser humano es una
maravillosa máquina que apenas consume lo que una bombilla de 100 vatios encendida mientras dura su vida. Eso
son, a ojo, las 3.000 kilocalorías que las organizaciones mundiales recomiendan
como ingesta mínima diaria. Los 100 vatios son, claro está un promedio. Los
adultos en movimiento consumen más; sentados algo menos, durmiendo algo menos;
los niños menos que los hombres y los ancianos también, así como las mujeres,
que en promedio consumen algo menos que el hombre. Un atleta como Induraín, en
pleno esfuerzo, podía desarrollar entre 300 y 500 vatios, pero esa punta
energética le duraba poco. Este artículo, al contrario que los que cifran el
sistema energético humano en calorías, pretende ilustrar, de forma más
práctica, el mismo consumo. Parece que el consumo de una bombilla, que nos
parece tan poco, es más asimilable que el de unas cuantas kilocalorías.
La
máquina humana es excepcional. Sigue fielmente, como no podría ser de otra
forma, las leyes de la termodinámica. Ingresa en su cuerpo la energía y admite
combustible en múltiples y muy diferentes formas: desde carne animal hasta vegetales
de todo tipo. También es capaz de ingresar la energía directamente de los rayos
de sol. Como la máquina tiene que mantener el equilibrio termodinámico, el ser
humano devuelve la misma energía que recibe (salvo que engorde sistemáticamente
hasta explotar) y lo hace de diversas formas: mediante el movimiento corporal y
muscular, que consume energía y la disipa en forma de calor a través de la piel
y del sudor y los restos, por las heces. Ese es el sistema equilibrado.
Esa
máquina ha sobrevivido sin prácticamente alterar el medio durante varios
millones de años en una forma similar a la que conocemos hoy; es lo que los
antropólogos denominan el cazador-recolector;
un hombre peludo, capaz de vivir en entornos climáticos suaves, totalmente
desnudo y utilizando las cuevas para albergarse.
El
cazador-recolector pasa en este estado millones de años y un buen día, Prometeo
roba el fuego a los dioses y
comienza a calentarse con él y a cocinar y ablandar los alimentos que ingiere.
Esto sucede hace apenas unas decenas de miles de años; cien mil a lo sumo. Desde un punto de vista físico y calórico, la
aportación del fuego de leña y pajas para calentarse y cocinar apenas le
permite al hombre resistir mejor la vida en tierras más frías o a alguna
glaciación y le facilita (disminuye su esfuerzo energético por conseguir
energía) la digestión de alimentos. Los físicos y antropólogos han calculado
que esa aportación energética extra que proporciona el fuego al
cazador-recolector primigenio, para los propósitos mencionados, es del orden de
unos 50 a 100 vatios adicionales. El hombre-Prometeo se convierte así en una
máquina de consumir (es decir, transformar) sus cerca de 100 vatios, más los
del fuego que ya domina; una máquina de digamos 175 vatios, en su entorno natural.
Esa
situación sigue bastante estable durante decenas de miles de años, sin apenas
transformación de la Naturaleza hasta que el hombre domestica los primeros
animales y comienza a cultivar la tierra, esos dos hitos casi de forma
simultánea, considerando la antigüedad del hombre sobre la Tierra. Al respecto
cabe mencionar que nuestra cultura siempre ha tendido a contar que cualquier
tiempo pasado fue peor y que aquellos cazadores-recolectores, con o sin fuego,
las debían pasar de a kilo.
La
segunda evidencia es que supieron hacerlo sin dañar el entorno para sus
sucesores, para los de su gen. Dejaron, como hacen constar los naturalistas y
los geólogos, la mayoría de los bosques, de las aguas dulces, las pesquerías y
las reservas de caza, tal y como las recibieron de sus antepasados. Estas dos
evidencias son mucho más de lo que seguramente los orgullosos hombres del cápitalismo
industrial podremos legar a nuestra propia gen.
Y
así, llegamos a la era agrícola y
ganadera, que los expertos estiman comenzó hace unos siete mil años. Las
aportaciones energéticas extras que se obtenían de la carne animal que no había
que ir a cazar (con gasto energético a veces muy considerable) y las de los
alimentos vegetales seleccionados, que crecían masivamente en valles fértiles
bien irrigados, sin tener tampoco que ir a buscarlos lejos, supusieron un
aporte extra, que los expertos vuelven a calcular grosso modo, en otros 100
vatios. Ya tenemos un ser humano que equivale a unos 275 vatios en promedio, al comienzo de la era agrícola primitiva.
Algunos valles empezaron a notar la presencia humana, por primera vez en la
historia del planeta Tierra, si bien todavía eran insignificantes.
Este
salto produjo dos efectos colaterales, como ahora se dice, muy importantes: por
un lado, permite que las agrupaciones humanas empiecen a tener que usar
sistemas de almacenamiento de alimentos (para ellos mismos y para el ganado),
dado que los cultivos permiten estos excedentes. Poco después, hacia el 3.500
a. C. aparecen las primeras ciudades Estado. El hombre de 275 vatios utiliza sus 175 vatios que exceden de su
necesidad vital mínima para hacer posible este portento. Hacia esas fechas,
la escritura aparece como por ensalmo.
Los
primeros escritos sumerios tienen más de tablillas contables (¡pronto empezaron,
los economistas! Solo les hizo falta ver un stock de alimentos y ganado para
ponerse a calcular) que de escrituras abstractas, aunque también revelan otra
circunstancia: los hombres tenían comunicaciones verbales muy fluidas que la
escritura no hizo sino plasmar. Los hechos que desde la noche de los tiempos
siempre han interesado al hombre, ya se transmitían de forma oral y al decir de
muchos expertos, con una fiabilidad y una persistencia que para sí quisieran
los discos duros actuales. Así, el Diluvio y la mayoría de las historias
bíblicas, que no son otra cosa que relatos de aprendizaje del hombre en
entornos difíciles y de la gloria y las servidumbres de su condición, ya se
transmitían en cuentos e historias verbales, antes de que los sumerios empezaran
a plasmarlas en forma escrita.
Ahí
empieza la historia (con los primeros registros escritos) y el disparo
exponencial del activar del ser humano sobre la Tierra, de forma tangible y
sustancial. Su disparo de consumo energético. La cultura agrícola avanzó y empezó a utilizar maquinaria más
sofisticada que la simple plantación manual de semillas. El arado romano,
las máquinas de la edad moderna y los grandes sistemas de irrigación de las
grandes culturas (la maya, azteca e inca en el continente americano, la hindú y
la china y algunas europeas), hicieron avanzar el consumo per cápita de los 275
a más de 300 vatios; pongamos 350 ó 400
vatios per cápita, en promedio. Claro está, que África, muchos pueblos de
América y Asía y Oceanía seguían fieles a su instinto, o vayan ustedes a saber
si a la casualidad, con la mayoría de sus pueblos en situación de
cazadores-recolectores, eso sin, con el fuego, o de agricultores primitivos; es
decir, entre los 175 y los 275 vatios.
El
hombre de 400 vatios está a la altura
de los comienzos de la era moderna, en las postrimerías
del siglo XV, apenas ayer, en términos históricos. Con ese aporte
energético extra y con las herramientas y ventajas que le ofrece, respecto de
los que siguen “inalterados” ( o menos alterados”, en el sentido energético),
se lanza a la conquista de continentes, África por la costa oeste, Asia y hacia
el este, América. Comienza con la pólvora la era del ruido y las explosiones.
Como algunos decían orgullosamente (y algunos todavía lo dicen hoy) en algún
imperio empezó a no ponerse el sol.
Tres
siglos después, es decir, apenas unas horas después en el reloj de la historia,
llega el siglo de las luces. El mundo ya estaba algo transformado. Había
estructuras humanas que ya se veían desde la luna (la muralla china, por
ejemplo) y grandes extensiones habían sido transformadas para cultivos, algunos
bosques se empezaron a talar para obtener madera para hacer barcos y
estructuras de edificios.
El
siglo XIX trae la maquinización. Watt inventa la máquina de vapor que funciona primero con madera e inmediatamente
después, una vez esquilmados la mayoría de los bosques de las islas Británicas,
del carbón que hay en el subsuelo (obsérvese que los saltos, más que avances
logrados libre y voluntariamente, parecen huidas hacia delante en la búsqueda
desesperada de soluciones por los agotamientos a que da lugar el estadio
anterior). Daimler-Benz inventan el motor de combustión interna, y Ford lo pone
en forma industrial y de fabricación en cadena.
El
asunto es imparable. Eso funciona con gasolina y el petróleo pasa de ser una exótica cuestión medicinal que se extrae
de fuentes a nivel del suelo y como mucho para la iluminación de lámparas de
queroseno, a ser la sangre de dinosaurio con el que se empieza a alimentar la
infernal maquinaria industrial. La Alemania
del siglo XIX alcanza los 3.000 vatios per cápita, a la chita callando. En
apenas cien años, el hombre avanza logarítmicamente en su consumo
(transformación). La Naturaleza empieza a crujir. Los ríos empiezan a bajar
muertos. Churchill diseña el cambio de la flota imperial del carbón al
petróleo, para ganar en movilidad, en autonomía y en flexibilidad. Lawrence de
Arabia trabaja para el Imperio en el medio Oriente, como hoy lo hace Colin
Powell. Ya son conscientes de que allí está la sangre de los dinosaurios que su
sistema succiona con fruición, la que se necesita para que el hombre pueda
creerse que su movimiento es perpetuo y gratuito, algo que las leyes de la
termodinámica, enunciadas también al albur de esa época, niegan tajantemente.
Hoy
tenemos un mundo que, gracias a ese sueño del movimiento continuo y a creerse
la ficción de las máquinas de movimiento perpetuo, han subido gracias a la
mecanización incesante, hasta los 6.000 millones de personas. El promedio de consumo actual mundial de
toda esta gente, está en unos 2.200 vatios per cápita. Es decir, la
sociedad humana, con sus 6.000 millones de socios, ha conseguido organizar una
gigantesca feria en la que cada uno de nosotros, que podría vivir con un consumo
de una bombilla de 100 vatios, mantiene encendidas sobre su cabeza 22 bombillas
de forma permanente.
Claro,
como en el chiste de la estadística y del pollo, no todos se comen uno. La
situación, a grandes rasgos, está como sigue:
Los
EE UU y Canadá tienen el récord de
consumo, con cerca de 12.500 vatios
per cápita. Llevan ciento veinticinco
bombillas de cien vatios cada uno permanentemente encendidas.
Le
siguen Japón y los países de la antigua
URSS, que andan entre los 5.500 y
5.000 vatios.
Europa occidental, con unos 4.600
vatios per cápita. Cuarenta y seis bombillitas de 100 vatios sobre la
cabeza permanentemente encendidas.
El
5% de la población, los ciudadanos norteamericanos de EE.UU. y Canadá consumen
el 30% de la energía primaria. Y el 10% de la población más rica, supera el 50%
del consumo mundial.
La
escala de consumos va bajando y los chinos, que hacen grandes esfuerzos por
alcanzar modos de vida y niveles de consumo lo más altos posible, acaban de
superar el promedio mundial. Los poco más de mil vatios per cápita, aunque son
mil doscientos millones de cápitas. Todavía consumen siete u ocho veces menos
que los norteamericanos, siendo más de cuatro veces más. Todavía cada chino
consume unas 30 veces menos que cada norteamericano.
Latinoamérica, con su crecimiento demográfico y sus crisis financieras (de papel), han terminado quedándose en los 1.500 vatios per cápita.
Finalmente, India y los países de sudeste asiático y el África que está por debajo de la franja norte que produce gas y petróleo, se encuentran como antes de la revolución industrial, en los niveles de entre 300 y 500 vatios per cápita. Han conseguido todas las desventajas de las sociedades modernas (contaminación brutal e inducida por los ricos, explotación inmisericorde de sus recursos, renovables hasta que dejan de serlo- bosques, etc.- y no renovables, armamento para autodestruirse, que hay que pagar bien pagado a los países ricos, aglomeraciones urbanas espantosas y sin urbanismo), junto a todas las desventajas de las sociedades preindustriales (falta de estructura sanitaria para prevención de epidemias y pandemias, pero no para la multiplicación de la especie, falta de educación, etc. etc)
¿Y
qué es lo que ha provocado esta feria de las vanidades, en la que seiscientos
millones se pasean por el mundo con sesenta bombillas encendidas, mientras que
el resto tiene que vivir con unas ocho bombillas?
Pues
ha pasado que con tanta luz y tantos taquígrafos, hemos llegado a los 6.000
millones. Pasa que hemos consumido la mitad de los combustibles fósiles que la
madre Tierra tardó decenas de millones de años en acumular. Y lo que es peor, a
partir de ahora, solo se va a poder consumir cada vez menos, porque el patrón
de extracción y agotamiento sigue una curva ascendente, pero que cuando llega a
la mitad de su contenido, empieza a bajar irremisiblemente. Veremos cómo se
empiezan a apagar las bombillas ahora y la gran pregunta es en qué forma, quien
va a tenerlas que apagar, por razones de nacionalidad, raza, religión o sobre
todo, estado social y en qué secuencia.
¿Sostenible?
Esto
nos lleva directamente al asunto del desarrollo, la ecología y la
sostenibilidad. Si vemos el planeta en su conjunto, el promedio de consumo
mundial son 2.200 vatios per cápita. Eso son 22 veces más de lo que el ser
humano estrictamente necesita para sobrevivir. Pero está claro que consumiendo
2.200 vatios por persona en promedio, esta civilización industrial y capitalista
no es sostenible, no es ecológica. Así pues ¿Cómo desarrollarla aún más, si con
lo “desarrollada” que ahora mismo está, ya se está cargando el planeta?
¿Cuántas bombillas tenemos que apagar, voluntariamente y en promedio, para que
los 6.100 millones que somos podamos seguir viviendo? ¿Quiénes son los que
tienen que hacer el mayor esfuerzo y apagar más bombillas? ¿Y qué sucederá con
esas presuntuosas y poderosas naciones industriales y desarrolladas si les toca
apagar la mayor parte de sus consumos? ¿Lo permitirán, teniendo como tienen los
ejércitos más poderosos y los medios de control económico y financiero del
mundo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario