Naturarchives

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Artículos científicos y divulgativos & actividades y materiales didácticos de Biología y Geología para alumnos de la ESO y Bachillerato.

jueves, 28 de abril de 2016

Ejercicios de Ecología (4º ESO y 1º Bachillerato)

Ejercicios de Ecología (4º de la ESO y 1º Bachillerato, 3ª evaluación)


I.-

Teniendo en cuenta las explicaciones de los símbolos que aparecen en la primera figura, la figura 2 representa un eco sistema terrestre donde aparecen los siguientes elementos:

-          Agua
-          Consumidores terciarios
-          Luz del Sol
-          Bacterias y hongos descomponedores
-          Consumidores primarios
-          Almacenamiento en el suelo de agua, nitrógeno y fósforo
-          Consumidores secundarios

A.- Establece cuál es el correspondiente a las imágenes

1: ___________________________________________________________________________

2: _________________________________________________________________________

3: __________________________________________________________________________

4: __________________________________________________________________________

5: ___________________________________________________________________________

6: _________________________________________________________________________

7: __________________________________________________________________________





B.- Señala en donde se colocarían los siguientes elementos

a.- Conejo                          _4_                        l.- Bacterias descomponedoras                ___
b.- Hongos                         ___                       m.- Caracol                                                ___
c.- Saltamontes                   ___                       n.- Lombriz                                                ___
d.- Zorro                             ___                        o.- Setas                                                     ___
e.- Mariposa                        ___                       p.- Alfalfa                                                  ___
g.- Golondrina                     ___                       q.- Erizo                                                    ___
h.- Ratón                              ___                       r.- Roble                                                    ___
i.- Nitrógeno del suelo         ___                       s.- Fósforo del suelo                                 ___
j.- Pulga del zorro                ___                       t.- Lobo                                                     ___
k.- Planta de trébol              ___                       u.- Paloma                                                 ___


II.-



A.- Señala el consumo (tomando como referencia el consumo de una bombilla de cien vatios y la información del artículo que sigue) del hombre en las siguientes etapas
1.- Hombre prehistórico Cazador recolector antes del descubrimiento del fuego:
2.-  Hombre prehistórico Cazador recolector después del descubrimiento del fuego:
3.- Hombre agricultor neolítico:
4.- Hombre en época romana:
5.- Hombre en época medieval:
6.- Hombre en Alemania en el siglo XIX
7.- Hombre en la actualidad (datos medios de la población del Planeta)
8.- Hombre en la actualidad en Estados Unidos:
9.- Hombre en Europa en la actualidad:
10.- Si toda la humanidad consumiera como los habitantes de Estados Unidos, ¿Cuánto tendría que aumentar el consumo (y producción) de energía en el Planeta?


El hombre son 100 vatios

Volviendo a lo que es desarrollo, lo que es ecológico y lo que es sostenible, desde un punto de vista puramente físico y termodinámico, el ser humano es una maravillosa máquina que apenas consume lo que una bombilla de 100 vatios encendida mientras dura su vida. Eso son, a ojo, las 3.000 kilocalorías que las organizaciones mundiales recomiendan como ingesta mínima diaria. Los 100 vatios son, claro está un promedio. Los adultos en movimiento consumen más; sentados algo menos, durmiendo algo menos; los niños menos que los hombres y los ancianos también, así como las mujeres, que en promedio consumen algo menos que el hombre. Un atleta como Induraín, en pleno esfuerzo, podía desarrollar entre 300 y 500 vatios, pero esa punta energética le duraba poco. Este artículo, al contrario que los que cifran el sistema energético humano en calorías, pretende ilustrar, de forma más práctica, el mismo consumo. Parece que el consumo de una bombilla, que nos parece tan poco, es más asimilable que el de unas cuantas kilocalorías.

La máquina humana es excepcional. Sigue fielmente, como no podría ser de otra forma, las leyes de la termodinámica. Ingresa en su cuerpo la energía y admite combustible en múltiples y muy diferentes formas: desde carne animal hasta vegetales de todo tipo. También es capaz de ingresar la energía directamente de los rayos de sol. Como la máquina tiene que mantener el equilibrio termodinámico, el ser humano devuelve la misma energía que recibe (salvo que engorde sistemáticamente hasta explotar) y lo hace de diversas formas: mediante el movimiento corporal y muscular, que consume energía y la disipa en forma de calor a través de la piel y del sudor y los restos, por las heces. Ese es el sistema equilibrado.
Esa máquina ha sobrevivido sin prácticamente alterar el medio durante varios millones de años en una forma similar a la que conocemos hoy; es lo que los antropólogos denominan el cazador-recolector; un hombre peludo, capaz de vivir en entornos climáticos suaves, totalmente desnudo y utilizando las cuevas para albergarse.

El cazador-recolector pasa en este estado millones de años y un buen día, Prometeo roba el fuego a los dioses y comienza a calentarse con él y a cocinar y ablandar los alimentos que ingiere. Esto sucede hace apenas unas decenas de miles de años; cien mil a lo sumo. Desde un punto de vista físico y calórico, la aportación del fuego de leña y pajas para calentarse y cocinar apenas le permite al hombre resistir mejor la vida en tierras más frías o a alguna glaciación y le facilita (disminuye su esfuerzo energético por conseguir energía) la digestión de alimentos. Los físicos y antropólogos han calculado que esa aportación energética extra que proporciona el fuego al cazador-recolector primigenio, para los propósitos mencionados, es del orden de unos 50 a 100 vatios adicionales. El hombre-Prometeo se convierte así en una máquina de consumir (es decir, transformar) sus cerca de 100 vatios, más los del fuego que ya domina; una máquina de digamos 175 vatios, en su entorno natural.

Esa situación sigue bastante estable durante decenas de miles de años, sin apenas transformación de la Naturaleza hasta que el hombre domestica los primeros animales y comienza a cultivar la tierra, esos dos hitos casi de forma simultánea, considerando la antigüedad del hombre sobre la Tierra. Al respecto cabe mencionar que nuestra cultura siempre ha tendido a contar que cualquier tiempo pasado fue peor y que aquellos cazadores-recolectores, con o sin fuego, las debían pasar de a kilo.

La segunda evidencia es que supieron hacerlo sin dañar el entorno para sus sucesores, para los de su gen. Dejaron, como hacen constar los naturalistas y los geólogos, la mayoría de los bosques, de las aguas dulces, las pesquerías y las reservas de caza, tal y como las recibieron de sus antepasados. Estas dos evidencias son mucho más de lo que seguramente los orgullosos hombres del cápitalismo industrial podremos legar a nuestra propia gen.

Y así, llegamos a la era agrícola y ganadera, que los expertos estiman comenzó hace unos siete mil años. Las aportaciones energéticas extras que se obtenían de la carne animal que no había que ir a cazar (con gasto energético a veces muy considerable) y las de los alimentos vegetales seleccionados, que crecían masivamente en valles fértiles bien irrigados, sin tener tampoco que ir a buscarlos lejos, supusieron un aporte extra, que los expertos vuelven a calcular grosso modo, en otros 100 vatios. Ya tenemos un ser humano que equivale a unos 275 vatios en promedio, al comienzo de la era agrícola primitiva. Algunos valles empezaron a notar la presencia humana, por primera vez en la historia del planeta Tierra, si bien todavía eran insignificantes.

Este salto produjo dos efectos colaterales, como ahora se dice, muy importantes: por un lado, permite que las agrupaciones humanas empiecen a tener que usar sistemas de almacenamiento de alimentos (para ellos mismos y para el ganado), dado que los cultivos permiten estos excedentes. Poco después, hacia el 3.500 a. C. aparecen las primeras ciudades Estado. El hombre de 275 vatios utiliza sus 175 vatios que exceden de su necesidad vital mínima para hacer posible este portento. Hacia esas fechas, la escritura aparece como por ensalmo.

Los primeros escritos sumerios tienen más de tablillas contables (¡pronto empezaron, los economistas! Solo les hizo falta ver un stock de alimentos y ganado para ponerse a calcular) que de escrituras abstractas, aunque también revelan otra circunstancia: los hombres tenían comunicaciones verbales muy fluidas que la escritura no hizo sino plasmar. Los hechos que desde la noche de los tiempos siempre han interesado al hombre, ya se transmitían de forma oral y al decir de muchos expertos, con una fiabilidad y una persistencia que para sí quisieran los discos duros actuales. Así, el Diluvio y la mayoría de las historias bíblicas, que no son otra cosa que relatos de aprendizaje del hombre en entornos difíciles y de la gloria y las servidumbres de su condición, ya se transmitían en cuentos e historias verbales, antes de que los sumerios empezaran a plasmarlas en forma escrita.

Ahí empieza la historia (con los primeros registros escritos) y el disparo exponencial del activar del ser humano sobre la Tierra, de forma tangible y sustancial. Su disparo de consumo energético. La cultura agrícola avanzó y empezó a utilizar maquinaria más sofisticada que la simple plantación manual de semillas. El arado romano, las máquinas de la edad moderna y los grandes sistemas de irrigación de las grandes culturas (la maya, azteca e inca en el continente americano, la hindú y la china y algunas europeas), hicieron avanzar el consumo per cápita de los 275 a más de 300 vatios; pongamos 350 ó 400 vatios per cápita, en promedio. Claro está, que África, muchos pueblos de América y Asía y Oceanía seguían fieles a su instinto, o vayan ustedes a saber si a la casualidad, con la mayoría de sus pueblos en situación de cazadores-recolectores, eso sin, con el fuego, o de agricultores primitivos; es decir, entre los 175 y los 275 vatios.

El hombre de 400 vatios está a la altura de los comienzos de la era moderna, en las postrimerías del siglo XV, apenas ayer, en términos históricos. Con ese aporte energético extra y con las herramientas y ventajas que le ofrece, respecto de los que siguen “inalterados” ( o menos alterados”, en el sentido energético), se lanza a la conquista de continentes, África por la costa oeste, Asia y hacia el este, América. Comienza con la pólvora la era del ruido y las explosiones. Como algunos decían orgullosamente (y algunos todavía lo dicen hoy) en algún imperio empezó a no ponerse el sol.

Tres siglos después, es decir, apenas unas horas después en el reloj de la historia, llega el siglo de las luces. El mundo ya estaba algo transformado. Había estructuras humanas que ya se veían desde la luna (la muralla china, por ejemplo) y grandes extensiones habían sido transformadas para cultivos, algunos bosques se empezaron a talar para obtener madera para hacer barcos y estructuras de edificios.

El siglo XIX trae la maquinización. Watt inventa la máquina de vapor que funciona primero con madera e inmediatamente después, una vez esquilmados la mayoría de los bosques de las islas Británicas, del carbón que hay en el subsuelo (obsérvese que los saltos, más que avances logrados libre y voluntariamente, parecen huidas hacia delante en la búsqueda desesperada de soluciones por los agotamientos a que da lugar el estadio anterior). Daimler-Benz inventan el motor de combustión interna, y Ford lo pone en forma industrial y de fabricación en cadena.

El asunto es imparable. Eso funciona con gasolina y el petróleo pasa de ser una exótica cuestión medicinal que se extrae de fuentes a nivel del suelo y como mucho para la iluminación de lámparas de queroseno, a ser la sangre de dinosaurio con el que se empieza a alimentar la infernal maquinaria industrial. La Alemania del siglo XIX alcanza los 3.000 vatios per cápita, a la chita callando. En apenas cien años, el hombre avanza logarítmicamente en su consumo (transformación). La Naturaleza empieza a crujir. Los ríos empiezan a bajar muertos. Churchill diseña el cambio de la flota imperial del carbón al petróleo, para ganar en movilidad, en autonomía y en flexibilidad. Lawrence de Arabia trabaja para el Imperio en el medio Oriente, como hoy lo hace Colin Powell. Ya son conscientes de que allí está la sangre de los dinosaurios que su sistema succiona con fruición, la que se necesita para que el hombre pueda creerse que su movimiento es perpetuo y gratuito, algo que las leyes de la termodinámica, enunciadas también al albur de esa época, niegan tajantemente.

Hoy tenemos un mundo que, gracias a ese sueño del movimiento continuo y a creerse la ficción de las máquinas de movimiento perpetuo, han subido gracias a la mecanización incesante, hasta los 6.000 millones de personas. El promedio de consumo actual mundial de toda esta gente, está en unos 2.200 vatios per cápita. Es decir, la sociedad humana, con sus 6.000 millones de socios, ha conseguido organizar una gigantesca feria en la que cada uno de nosotros, que podría vivir con un consumo de una bombilla de 100 vatios, mantiene encendidas sobre su cabeza 22 bombillas de forma permanente.
Claro, como en el chiste de la estadística y del pollo, no todos se comen uno. La situación, a grandes rasgos, está como sigue:

Los EE UU y Canadá tienen el récord de consumo, con cerca de 12.500 vatios per cápita. Llevan ciento veinticinco bombillas de cien vatios cada uno permanentemente encendidas.

Le siguen Japón y los países de la antigua URSS, que andan entre los 5.500 y 5.000 vatios.

Europa occidental, con unos 4.600 vatios per cápita. Cuarenta y seis bombillitas de 100 vatios sobre la cabeza permanentemente encendidas.

El 5% de la población, los ciudadanos norteamericanos de EE.UU. y Canadá consumen el 30% de la energía primaria. Y el 10% de la población más rica, supera el 50% del consumo mundial.

La escala de consumos va bajando y los chinos, que hacen grandes esfuerzos por alcanzar modos de vida y niveles de consumo lo más altos posible, acaban de superar el promedio mundial. Los poco más de mil vatios per cápita, aunque son mil doscientos millones de cápitas. Todavía consumen siete u ocho veces menos que los norteamericanos, siendo más de cuatro veces más. Todavía cada chino consume unas 30 veces menos que cada norteamericano.

Latinoamérica, con su crecimiento demográfico y sus crisis financieras (de papel), han terminado quedándose en los 1.500 vatios per cápita.

Finalmente, India y los países de sudeste asiático y el África que está por debajo de la franja norte que produce gas y petróleo, se encuentran como antes de la revolución industrial, en los niveles de entre 300 y 500 vatios per cápita. Han conseguido todas las desventajas de las sociedades modernas (contaminación brutal e inducida por los ricos, explotación inmisericorde de sus recursos, renovables hasta que dejan de serlo- bosques, etc.- y no renovables, armamento para autodestruirse, que hay que pagar bien pagado a los países ricos, aglomeraciones urbanas espantosas y sin urbanismo), junto a todas las desventajas de las sociedades preindustriales (falta de estructura sanitaria para prevención de epidemias y pandemias, pero no para la multiplicación de la especie, falta de educación, etc. etc)

¿Y qué es lo que ha provocado esta feria de las vanidades, en la que seiscientos millones se pasean por el mundo con sesenta bombillas encendidas, mientras que el resto tiene que vivir con unas ocho bombillas?
Pues ha pasado que con tanta luz y tantos taquígrafos, hemos llegado a los 6.000 millones. Pasa que hemos consumido la mitad de los combustibles fósiles que la madre Tierra tardó decenas de millones de años en acumular. Y lo que es peor, a partir de ahora, solo se va a poder consumir cada vez menos, porque el patrón de extracción y agotamiento sigue una curva ascendente, pero que cuando llega a la mitad de su contenido, empieza a bajar irremisiblemente. Veremos cómo se empiezan a apagar las bombillas ahora y la gran pregunta es en qué forma, quien va a tenerlas que apagar, por razones de nacionalidad, raza, religión o sobre todo, estado social y en qué secuencia.

¿Sostenible?

Esto nos lleva directamente al asunto del desarrollo, la ecología y la sostenibilidad. Si vemos el planeta en su conjunto, el promedio de consumo mundial son 2.200 vatios per cápita. Eso son 22 veces más de lo que el ser humano estrictamente necesita para sobrevivir. Pero está claro que consumiendo 2.200 vatios por persona en promedio, esta civilización industrial y capitalista no es sostenible, no es ecológica. Así pues ¿Cómo desarrollarla aún más, si con lo “desarrollada” que ahora mismo está, ya se está cargando el planeta? ¿Cuántas bombillas tenemos que apagar, voluntariamente y en promedio, para que los 6.100 millones que somos podamos seguir viviendo? ¿Quiénes son los que tienen que hacer el mayor esfuerzo y apagar más bombillas? ¿Y qué sucederá con esas presuntuosas y poderosas naciones industriales y desarrolladas si les toca apagar la mayor parte de sus consumos? ¿Lo permitirán, teniendo como tienen los ejércitos más poderosos y los medios de control económico y financiero del mundo?

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